Salidas y llegadas
- junio 2, 2025
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Hace unos meses escribía sobre la construcción de una pista de despegue para Juan.
Te lo dejo por aquí para que lo entiendas mejor.
Pues el viernes 16 de mayo nos dimos cuenta de una “cagada” en los planos, tamaño camión.
Nuestro plan “brillante”, con nuestras sillas en la zona VIP para ver despegues y aterrizajes, tenía una laguna bastante grande.
No habíamos caído en lo absurdo que es pensarnos sentados todo el día, esperando como reporteros de aquel programa de llegadas en el aeropuerto.
Una estupidez que ahora veo clarísima.
Solo que necesité verme un viernes de paseo con Jorge, mi madre y la abuela (y sin Juan por primera vez en 12 años) para entender que yo también necesitaré un avión propio para volver a volar.
Uno propio, y otros varios que podamos ir compartiendo.
Tendremos aeropuerto, sí, porque siempre habrá un punto de aterrizaje.
A veces compartiremos llegadas y salidas. Otras veces no.
Y puede que no estemos en la sala de espera VIP ante una emergencia.
Así que quiero mi avión con un motor a reacción estilo cohete.
Porque volaré sola, pero el certificado de Madre Gallina es vitalicio.
Y si hay que volver de emergencia, se vuelve en menos que canta un gallo.
Ya ves: todo muy de granja.
“Las alas ya las tienes. Solo falta decidir hacia dónde volar.”
Gabrielle Roth. Bailarina, música y escritora.
El flash vino porque no tengo lista de destinos propios.
Ahora mismo, ni siquiera sabría cómo se sube esa escalerilla de pista con una maleta individual.
Desde el 16 de mayo he empezado a mirar algunos destinos.
Por ir viendo si necesito avión para llegar o quizá pueda ir andando.
Porque un destino que me llama es Universidad. Volver a estudiar de manera presencial.
A ese destino igual puedo ir solo comprando unas zapatillas molonas… para no parecer la abuela de todos.
Pero también me llama decirle a Jorge si se sube a una furgoneta y nos vamos a recorrer mundo.
Como esas parejas nórdicas que siempre nos llaman la atención cuando las vemos montadas en autocaravanas gigantes.
Avión también quiero para hacer algo que no haya hecho nunca.
Como apuntarme un día a CrossFit… y salir volando antes de empezar la clase.
Pues eso. Que hay que ir pensando en una zona nueva del aeropuerto: la mía, la nuestra, la de soltar del todo.
El viernes 16 de mayo aterrizamos un poco a trompicones, y con un ala rota.
Lo reconozco. Sentí que mis plumas se rasgaban. No lo esperaba.
Las arreglé luego con mucho cariño.
Ahora están preciosas. Son nuevas. No las esperaba.
Son plumas de vuelo que se superponen a las alas que abrazan.
Esas se quedan, pero ahora hay capas nuevas.
Hoy la flor del jardín virtual, el diente de león, sus semillas vuelan, literalmente. Se sueltan de la flor en forma de pequeños paracaídas y vuelan con el viento.