El Templo de los Atenienses

Hoy os voy a contar una historia. Es un poco larga para lo que le gusta al algoritmo y a las prisas que nos hemos inventado que tenemos. Por eso te invito a guardarte un tiempo para leerla.

Érase una vez una empresa que quería conocer cómo aplicar la innovación para tener un éxito imparable. Vamos, nada nuevo bajo este sol.

Un sol que se aburre de oír hablar de la palabra disruptivo y que se ríe a carcajadas cada vez que oye: ¡hay que pensar “out of the box”!

Esta empresa, que la vamos a poner de nombre Silfía para cogerle cariñito, decidió coger las maletas, y plantarse en el Monte Parnaso para ver si la Pitia del Oráculo de Delfos la atendía y le contaba cuál era la fórmula secreta para pegar un buen petardazo.

El Oráculo de Delfos, en el Monte Parnaso, era parte de un gran recinto sagrado dedicado al Dios Apolo y aunque hay mucha bibliografía sobre ello no está del todo claro cómo había que formular las consultas a la Sacerdotisa Pitia, la pitonisa de toda la vida.

Silfía se pensaba muy original en este caminar, pero era lo mismito que ya habían hecho los griegos que acudían a este lugar sagrado a solventar sus miedos, desdichas, curiosidades y deseos o para preguntar si dejaban de zurrarse con los de Corinto.

Parece que 2.000 años más tarde seguimos buscando la piedra filosofal que nos diga si con este cliente vamos a convertirnos en unicornios o no, y en ocasiones caemos en buscar premoniciones en templos de dudosa procedencia.

Silfía llegó a las puertas del recinto sagrado y comenzó a subir por la Vía Sacra. A ambos lados vio templos. Uno de ellos era el Templo de los Atenienses.

Un templo de 4 columnas al más puro estilo griego y digno de salir en todos los libros de texto del mundo con todas sus partes de aprenderte en historia y arquitectura de los griegos. Vamos, lo que te imaginas cuando te dicen “templo griego”. Y por eso lo he elegido para conectar ahora mismo contigo (bueno en realidad 300 milisegundos antes de lo que lo hayas conectado de manera consciente).

Este Templo, construido en el 490 a.c., como te decía, estaba en la vía sacra que llevaba al Oráculo de Delfos. ¿Para qué servía? De taquilla de tesoros. Un locker de la época donde tú dejabas regalos para que la Sacerdotisa Pitia pensara: “mira que persona tan generosa, voy a esforzarme más en darle la combinación ganadora”. (Como cuanto pagas por un freemium 😉)

Puedes pensar, pero ¿en qué época fue Silfia allí? Da igual, ayer por la tarde el Templo de los Atenienses seguía exactamente en el mismo lugar que le pusieron los griegos. Puedes irte de viaje a verle en tus próximas vacaciones. Eso sí, la reconstrucción… um… igual no está muy afinada, pero estar, está.

“Nada en la vida debe ser temido, solo comprendido.” 

 Hipatia de Alejandría (Matemática y filósofa griega)

¿Y por qué he “tuneado” esta historia para hablar de innovación? Porque generalmente asociamos innovación a éxito.

Y…. bummm… puede que sí o puede que no… la cuestión es que la innovación tiene que llevar otras cosas de “ofrenda” a los dioses para cotizar el IBEX de los éxitos.  

Y aquí viene el quiz de la cuestión. ¿Qué llevar? ¿Qué dejamos en el Templo de los Atenienses para que la Pitia nos diga por dónde tirar?

Pues la mala noticia que se encontró Silfía es que le dijeron que tenía que empezar por traer al templo ofrendas con una sustentación basada en la SOSTENIBILIDAD.

Pero, no la sostenibilidad del “algo-washing”. La de verdad. Después de aprender de una grande de este tema, Marta Sanz Buezo, te lo resumo en dos palabras que ella da forma y convierte en proyectos: debe ser sistémica y re-generativa, sino… es… “caca de la vaca”.

Sobre esta ofrenda de sostenibilidad bien colocada tenía que traer además cuatro ingredientes poderosos.

Adjetivos le dijo el portero de la puerta del templo: “tienes que traerte adjetivos”.

Transgresor, transversal, trascendental, transformador.

Silfía lo vió bastante fácil. Había hecho la formación estrella de “Crea de forma transgresora, transversal, transcendental y transformadora” por app freemium y con acceso a la comunidad de top-influ del momento.

Avanzó, cruzó el pronaos y llegó a la naos, la parte central del templo. Alto. Otro portero. “No es suficiente que hayas traído sostenibilidad y los cuatro adjetivos “trans”.

Inciso, ¿te ha llevado tu mente a una conceptualización actual de la palabra trans?. Pues apunta que este significado lleva apenas unos años vigente y que la raíz etimológica es latina y significa: “al otro lado de”, “a través de” o “más allá de”. Y por eso es tan importante que prestemos atención al uso de las palabras porque nuestro cerebro es muy rápido dando configuración a un pensamiento solo con oír una palabra.

Volvamos a Silfía, que a estas alturas estaba un poco cansada ya, y solo quería que la Pitia le dijera en qué criptomonedas poner los cuartos para irse a una ronda de inversión de las que salen en el suplemento de Economía de un periódico que lea la gente de bien.

  • Venga – le dijo al portero.- ¿Qué más me falta?
  • Pues te falta compromiso.
  • ¿Compromiso? ¡Pero si ya he venido hasta aquí.
  • Ya, pero eso solo es una parte de la condición filosófica del compromiso -le dijo el portero, que estaba ya un poco hartito – A nivel filosófico, que estás en una historia de griegos, el compromiso implica autonomía y elección consciente, responsabilidad moral, coherencia y autenticidad, así como solidaridad y justicia.

Menudo palo se llevó Silfía. “Dame un rato y me lo pienso” – le dijo. 

“El éxito no se mide por lo alto que llegas, sino por lo lejos que has viajado desde donde empezaste.” 

 Teano de Crotona (Matemática griega)

El rato fue bastante largo, tanto que terminó por construirse una casa al lado del templo, empezó a vender sus productos para sacarse un dinerillo y cada día iba a charlar con los porteros del templo.

Observaba el vuelo de las mariposas y el vuelo de las águilas. Un día conoció a Heráclito y pasaron horas charlando del “panta rhei” (todo fluye) y se acordó de una clase que había ido de meditación en el gimnasio ultramoderno de su barrio, “fluir” decía la persona responsable.

Vaya gaita. No veía Silfía a las mariposas fluyendo sino más bien con una metamorfosis ordenada. En fin, un caos.

Se le antojaba un deseo pirarse a la misma velocidad que las águilas y dejarse de tanta película. Pero, por alguna razón, seguía dale que te pego con aquella historia. (Hoy el efecto remolque de la corteza cingulada anterior no le meto, pero por ahí anda la cosa).

Cuando se dio cuenta había pasado bastante tiempo. Tenía colas y colas de personas comprando Silfio, su producto. Gentes con máquina teletransportadora del tiempo que querían comprarlo a toda costa.

Un día llegó a su puerta la Pitia a ver qué pasaba. Silfía ni se acordaba de que quería preguntarle nada. Tenía ayudantes, colaboraba con los otros templos, había exportado el producto, no paraba de tener ideas nuevas.

Y… ese día… pues dijo… “me cagüen la mar”… igual dijo algo peor. Pero quedaba feo ponerlo en un blog que igual lee gente que dice “repámpanos”.

Porque cuando nos damos cuenta de que algo que buscábamos lo tenemos en las narices pues nos sienta mal. En realidad, nos sentimos bastante gilipollas. (Lo siento)

Sería bonito terminar la historia en plan “fábula” de Esopo (griego, por cierto. Sí, lo tenía pensado) pero la realidad se antepone.

No te voy a dar yo en un blog de pacotilla lecciones de nada y menos cuando lo único que he hecho ha sido transversalizar conceptos y jugar con ellos para sustentar una teoría más que probada de cómo funciona el verdadero éxito. 

El éxito no es equivalente al dinero que ganas, que también en una parte, ¡ojo! lo otro se llama “beneficiencia”, pero tiene muchos más patrones.

Para mí no hay éxito sin pasar en este Templo de los Atenienses el tiempo necesario para que sea la Pitia la que baje a verte.

Ahora tienes una nueva dinámica de trabajo extrapolable a cualquier proyecto, que puedes hacerla en un team-building para fomentar la creatividad.

Yo me siento exitosa uniendo historia para hacerte disfrutar. Ciencia para darle solidez, Humor para que utilices un músculo único del ser humano, el risorio. Y sobretodo, me lo he pasado como los pitufos uniendo cada detalle para darle un sentido.

Quizá va de eso el éxito, de darle sentido a las elecciones que tomes.  

Una última cosa, el silfio era uno de los productos más codiciados del mundo mediterráneo desde antes del auge Atenas hasta el apogeo del imperio romano. Era una planta con flores doradas que no existe hoy en día. Para los médicos griegos, era un remedio para todo, desde el dolor de cabeza hasta quitarte granos. Los cocineros romanos lo usaban para hacerse unas lentejas o para coronar un plato 5 estrellas de Nerón de flamencos a la romana.

Se dice que: “Durante el gobierno de Julio César, se almacenaban más de 450 kilos de la planta junto con el oro en los tesoros imperiales de Roma, y los plantones de silfio se valoraban al mismo precio que la plata.”

Y cuenta la leyenda que Nerón se comió el último tallo, así lo recoge otro viejo amigo mío, Plinio el Viejo: “Sólo se ha encontrado un tallo y ha sido regalado al emperador Nerón”.

Y por eso, en mi jardín del blog la inteligencia artificial me ha creado mi propio silfio.

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