Cumpleaños pre-adolescente

Mi idea del post de enero era hablar de que, si eres tonto, tú Chat GPT es tonto. Pero esta semana cumplo 11 años de madre y la preadolescencia ha llegado a nuestra vida de ma-padres y estamos en pleno descubrimiento y he pensado que Chat GPT y sus tontunas podía esperar.

Tengo un revuelto de ideas y no sé muy bien cómo ordenarlas. ¿Por qué? Pues porque cuando avanzamos en una dirección y conectamos con otras direcciones y conocimientos se genera un remolino exponencial de aprendizaje donde todo conecta.

Así que a ver cómo lo aterrizamos.

El martes pasado oí un podcast sobre neuroarquitectura y arquitectura biofílica. Lo oí de casualidad. Porque hay que escuchar cosas que no tienen nada que ver con tu día a día y ni siquiera sabes de qué va para poder abrir la mente. Si todo el tiempo lees, escuchas, ves cosas de tu terreno, ¿cómo vas a generar la curiosidad?

Con este disfrute del aprender por aprender sin más me quedé más a gusto que un arbusto.

Y el sábado celebré el cumpleaños de mi hijo en un centro de escalada. Un lugar maravilloso, súper respetuoso, los monitores excepcionales y… llegó la merienda.

Siete preadolescentes, hiper activos después de verse escalando paredes de 20 metros que de repente se tienen que sentar a merendar y tienen a su disposición refrescos y comida que se convierten en ingredientes perfectos para hacer “guarrimierdas” y JUGAR.

Y esto es lo importante, JUGAR. El juego también es vital en esta edad y no debería de olvidarse nunca. Pero un post de juego es para otro día.

Pero claro, el juego, en un espacio acristalado, para estos pequeños grandes gigantes se puede convertir en un Armagedón que termine con gritos, prohibiciones y dando al traste con el cumpleaños.

Y entonces nos llegó la “iluminación” o más bien el cruce de ideas. Tres en concreto. Del podcast rescaté como los espacios regulan el comportamiento. De mi aprendizaje montessoriano (sé lo justo para saber porqué una cama a ras de suelo es bien, pero que no hace falta comprarse un cama diseñada utra-especial a precio de donación de órgano) rescaté el concepto de “ambiente preparado”. Y de mi incipiente paseo por la preadolescencia cogí el concepto de “el grupo es la máxima necesidad”.

“La adolescencia es la época de las metamorfosis, donde las alas de la libertad comienzan a desplegarse”

Pearl S. Buck

El espacio no lo podía cambiar, pero sí podía usar los elementos que había para regular el movimiento. Podía colocar lo que tenía a mano: un carrito, sillas y nuestros cuerpos en posiciones estratégicas. Es decir, lo mismo que hacemos cuando son pequeños y protegemos un enchufe o una esquina.

Y también podía priorizar el grupo sin intervenir vocalmente pero haciéndolo gestualmente.

Nos convertimos en los camareros perfectos. Apartamos los refrescos que podían salir catapultados y rellenamos vasos a diestro y siniestro con la máxima atención.

Colocamos y quitamos croquetas, patatas, sándwiches… un baile donde convertimos al grupo en nuestro centro de atención para que se sintieran como nuestros mejores invitados, aunque ellos ni se dieron cuenta. Y ¿qué paso?

Que de repente la conversación, las risas, los cotilleos del cole se convirtieron en los protagonistas de lo que pasaba.

Y fue un lujo estar allí mimetizados, casi invisibles, sin cruzar una mirada apenas, silenciosos. Gesto casi inmutable para no caer en un juicio de una conversación que no nos correspondía.

Y así fue como juntamos una idea con otra y en apenas segundos transformamos lo que pasaba para llevarlo a otro lugar. 

La potencia que tiene esto me ha llevado a la frustración y un poco a la rabia.

Si sabemos esto, si hay ciencia detrás, si alguien sin conocimientos profundos como yo puede conectarlo, ¿no podemos diseñar espacios en los coles, centros juveniles, lugares de la ciudad… que tengan en cuenta esto y sean aliados de la educación? ¿No podemos transformar la mirada que tenemos y entender sus necesidades y desde ahí generar un comportamiento que favorezca su desarrollo?

Yo creo que sí, y perdonadme lo que voy a decir, si no lo hacemos es porque no queremos mover un dedo. Puede no salir bien, es más, ojalá no salga bien a la primera, porque eso nos permitirá explorar más y más conexiones hasta dar con la adecuada.

Y he decidido subirlo al blog porque es la única opción que se me ocurre para sembrar cambio, usar esta parcela de poder que tengo que es mi casita virtual y adornarla con estos delfinios que representan la juventud y la renovación.

Sigo plantando mi jardín de las ideas. 

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