LO MEJOR DE LAS LANDAS: UN CROISSANT ROBADO A LOS TURCOS 1683

LO MEJOR DE LAS LANDAS: UN CROISSANT ROBADO A LOS TURCOS 1683

Lo que más me gusta de Las Landas es comerme un croissant. Pues vaya, puedes haber pensado. Pues sí, llamadme simple.

Tú te compras un croissant recién hecho que te transporta a Normandia (a unos 700 kilómetros más al norte de Las Landas) solo con dejarte llevar por el olor a mantequilla francesa. Que no es como nuestra mantequilla, no, tiene su truco en “cómo la cultivan”.

Por algo los franceses son los mayores consumidores de mantequilla del mundo. Saben del tema. Y eso que el croissant no es suyo, se lo “robaron” a los vieneses que a su vez se copiaron la bandera de los turcos para inventarlo. Una historia interesante. Pero vamos a lo que vamos.

Con el olorcillo metido dentro y el croissant en su bolsa sales de esa preciosa Boulangerie Patisserie (da igual el nombre porque todas son preciosas y en todas te comprarías la tienda entera). Te vas caminando por las calles empedradas, con casas de colores, muy “chic”, muy de foto del Instagram. La calle más fea de cualquier pueblo de las Las Landas puede ser portada de la revista del verano con una foto hecha con el móvil y sin filtros. Te lo juro por Snoopy. Si afinas mucho, y eliges pueblos como La Bastida d’Armagnac, en el interior de las Landas, de corte medieval o Capbreton en la costa con su histórica estacada se te va a freir la batería del móvil.

Con la bolsa ya con un poco de grasilla del croissant y salivando te acercas a la costa. 106 kilómetros, todos seguidos, como el pasodoble, de playas infinitas, arena blanca, olas poderosas, bunkers de la segunda guerra mundial, faros

Al verlo se te quitan hasta las ganas de comer. Pero oye que no, que lo mejor de Las Landas son los croissants.

Te sientas frente a uno de los bunker en Labenne. Abres la bolsa del croissant. Respiras el último resto de aroma a mantequilla. Escuchas las olas golpear. Miras el búnker. Lees un poco en Google que cerca de dónde estás hay un edificio destruido, el Instituto Helio-Marino que fue reconvertido en campo de internamiento para los prisioneros que construían el muro atlántico.

Te planteas si es justo comerse el croissant con este recuerdo histórico. Valoras y agradeces. Le pegas un buen bocado. Se deshace en la boca. Miras un poco más lejos (no literal, ¿eh? un poquito de imaginación). El faro de Biarritz asoma. Menudas vistas. Te apuntas recorrer el paseo marítimo de Biarritz hasta la Roca de la Virgen de Biarritz. Es una roca que emerge del mar y tiene una de esas historias de vírgenes que salvan barcos. Depende de tu relación con la fe podrás ir a orar o preguntarte porque la Virgen no salvo también a los prisioneros del Helio-Marino. No hay respuesta correcta.

Te acabas el croissant. Qué de arena llevas en los zapatos. Sin darte cuenta has pasado de Biarritz a la duna de Pilat, mucho más al norte. La duna más alta de Europa. Si no puedes ir al Sahara esto también vale. Subirla y bajarla es un juego de niños no apto para personas con aversión a la arena en los calcetines. Si eres de estas personas, compra otro croissant y te lo comes mientras esperas. Pero si puedes convivir un rato con la arena sube y flipa, y déjate caer y rueda. Luego te compras otro croissant para merendar.

De regreso para en el único faro que no está al borde del mar, el Faro de Contis. 183 escaleras de nada te llevan a su linterna. Desde ahí todas Las Landas a tus pies. Línea de bosque, línea de playa. Como si un niño lo hubiera dibujado en su período del orden en pleno éxtasis.

Después de 183 escalones, enterarte que se salvo en 1.944 de chiripa, que antes era solo un campanario, que le han pintado en forma de Tornillo de Arquímedes y alguna cosa más que no te desvelo pues tienes hambre, normal. Otro croissant.

Porque necesitas fuerzas para ir a recorrer la “amazonia francesa” o lo que es lo mismo la corriente de Huchet. Situada entre el lago de Léon y las playas de Moliets, forma una especie de cordón que conecta el lago con el océano. Puedes recorrerla en barco (te llevan), andando, en bici, o simplemente sentarte en el embarcadero a observar y comerte el croissant.

Porque no nos olvidemos que lo mejor de Las Landas son los croissants.

Más que nada porque te vas a volver pensando que no has visto casi nada. Exacto, no has visto casi nada. Pero siempre puedes consolarte comprando un croissant en tu barrio, cerrando los ojos y volviendo mentalmente (del poder de los viajes imaginados hablamos otro día y no es astrología barata).

¡Jope, Cris! Pero es que ahora con esto tengo que ir sacando del texto los sitios que has dicho, mirando en Google, buscando horarios, recorridos…

Ya, lo sé. De eso se trata. No copies, haz tu viaje. Cómete un croissant mientras y ya verás que bien se te da. Y mete también en la lista de cosas a buscar: Saint Emilion, Biscarrose, Hossegor, Chapelle Sainte-Therese, Reserva Marais D’orx y Burdeos, no te olvides de Burdeos.

En total creo que salen… 350 croissants más o menos para verlo todo. Vas a Las Landas, ¿no?

FELIZ CROISSANT, digo VIAJE 

“Siempre son los detalles los que marcan la diferencia. Cómo cuidas, te esfuerzas, trabajas o tratas a los demás es lo que demuestra quién eres.”
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Saray Ruíz Rodríguez
Primera mujer declarada Mejor Chocolatera de España