Llevo varias semanas a vueltas con el post de nuestra escapada a Lego en Billun (Dinamarca). Como veo que no resuelvo el enfoque pero quiero publicar ya me dan ganas de hacer una cosa loca en plan:
Vete a Billund en Dinamarca y entra en la Legohouse y Legoland (pincha en los enlaces) y disfruta.
Y darlo por finalizado. Y es que no hay mucho más que contar.
Que a veces los que nos hacemos llamar blogueros nos da por empezar a contar si dónde aparcas el coche el bordillo es alto y somos un poco cansinos. Yo soy más de resumir. Bueno salvo que quiera contar una de mis movidas emocionales que puedo pasar de las seis páginas fácilmente contando que el vuelo de una mosca me transportó a mi infancia yendo al campo.
Pero es que además este viaje me ha pillado en medio de un cambio de vida. Uno de esos gordos, no de los de cortarte el pelo y cambiarlo de color, no. Me cambio de trabajo después de 14 años. Que así dicho suena como ¿y a eso tanto rollo que has pegado en redes? Pues mira sí, porque soy así de intensa. ¿Y lo tienes que contar todo el rato? Pues sí. Y no me aplaudo cada rato por poco. 😉
Y es que algo que me parece importante contar es que los viajes también dependen de nuestros momentos vitales.
Un viaje a Logroño con tu primer amor no es lo mismo que un viaje a Logroño a recoger a tu tía monja. Lo siento pero no. En el primero, como si a Logroño le quitan la concatedral que tú ni te enteras y te importa poco aunque te traes 456 fotos con un edificio con unas torres curiosas y con un vino en la mano. En el segundo viaje te vuelves sabiendo todas las concatedrales de España (hay 14, si no recuerdo mal) y no tienes ni media foto.
Por eso, si el viaje a Dinamarca ya era esperado, porque era un viaje “pandémico”, (es decir, de los que has ido cambiando por la pandemia), con todo lo demás lo ha colocado en nuestra lista de viajes insuperables. Una lista absurda porque tiene demasiados insuperables como para ser coherente, pero es la nuestra.
¿Y entonces Cris? ¿Esto como lo hilvanas? Pues fácil, tú preguntas, yo respondo.
- ¿Cuántos días habéis estado? Pues de viernes a lunes. Nos hubiera gustado un día más al menos para ver un poco más Billund. Volando con Ryanair desde Madrid no sale muy “caro”.
- ¿Y merece la pena para solo esos días? Rotundamente sí, y ya pensamos hasta en repetir.
- ¿Qué diferencia hay entre Legohouse y Legoland? Legohouse es una experiencia inmersiva en Lego. Diferentes espacios temáticos para construir sin parar. Además se genera una construcción colaborativa, cada visitante deja su huella y sin darte cuenta te inspirar de los demás. Legoland es un parque de atracciones al uso pero tematizado entero de Lego, ¡hasta las patatas fritas que te venden!
- ¿Qué os gustó más, Legohouse o Legoland? Pues si hay que elegir Legohouse, y en concreto la experiencia en el restaurante Mini-chef nos flipó.
- ¿Dónde dormisteis? En el hotel más pegado al aeropuerto, 300 metros andando. No nos planteamos los hoteles del parque por el precio y porque ya estuvimos en una habitación Lego en Navidad en el Hotel del Juguete.
- ¿Se llega fácil a los parques? Desde el aeropuerto cogíamos un autobús que te deja en la puerta. Y pensad que todo es modelo “danés”. Es decir, family-friendly a tope.
- ¿Y lo de #aprenderviajando aquí? Lego es creatividad en estado puro. Y la creatividad es, junto con la curiosidad, pilares clave para el aprendizaje.
- Vale, pero… en el currículo los Lego no salen en ningún tema. No, ni tampoco la asertividad y mira tú que es importante para mandar a freír churros de vez en cuando.
- ¿Y si no te gustan los Lego? Vas y vuelves que te enamoran.
- ¿Y si no sabes construir? Déjate llevar.
- ¿Y si sigue pareciéndote una caca? Pues no vayas, hay un mundo infinito por descubrir.
- ¿Aclaras lo de la cifra del título? 1.932 año en el que se fabricó el primer Lego. Digo yo que si llevan 90 años en esto igual si merece la pena ir, ¿no?
Y listo. FELIZ CONSTRUCCIÓN