Un día, alguien de quien tengo muy buen recuerdo, me habló de “instagram”.
Unos días más tarde me hice una cuenta. Empecé a navegar. Me colé en el mundo de las redes sociales.
Las redes sociales me han REGALADO, y lo digo con mayúsculas, una ventana.
Donde a veces vemos un paso cerrado alguien te muestra un puente. En este universo de las redes sociales convive gente maravillosa, que las utiliza para divulgar de una manera absolutamente mágica, con los “otros”. Seres extraños y difusos cuyo único fin es no aportar nada. Ojalá un día evolucionen cual pokemom y dejen el lado oscuro. Mientras tanto, como dice mi pirata “Trucho, trucho que no te escucho”.
Todos viajamos todos los días con una maleta.
Llevamos nuestras plantillas de aprendizaje, nuestros miedos y sueños, nuestras tareas del día y nuestros proyectos a medio y largo plazo, llevamos la ropa y el maquillaje de nuestro “yo” y nuestro “parecemos”, la cámara de fotos y ese “por si acaso” que creemos imprescindible.
Depende de nosotros como es esa maleta. Si es una maleta pesada, incómoda, que nos obliga a permanecer o es una maleta con ruedas, grande, con muchos departamentos o quizá sea una maleta pequeña con nuestros imprescindibles.
Todos podemos cambiar de maleta.
Yo he cambiado de maleta muchas veces. Y quiero seguir haciéndolo, porque eso significa que viajo, que viajo hacia delante en la única opción que tengo, VIVIR.
Tengo maletas a las que guardo gran cariño. Y otras, que hubiera deseado, cómo pasa en la vida real, que las perdiera una compañía y terminaran en la Antártida.
Mi maleta de IRME DE CASA, era, sin duda, la más fea. Toallas viejas, vajilla fea, ropa de adolescente jugando a ser mayor. Pero se convirtió en tremendamente bonita al deshacerla. Se salían por las cremalleras las experiencias vividas y las tazas feas y rotas no paraban de contar historias.
Por el contrario, para el VIAJE DE MADRE RECONVERTIDA A MALAMADRE me compré una maleta preciosa. Tenía todo lo que se supone que tenía que tener. Solo que me olvidé de ponerle asa y en vez de arrastrarla me llevó por delante.
Esa maleta me ha traído hasta aquí, me ha ido arrastrando dejándome sin aliento muchas veces de tanto perseguirla.
Un día cambiamos nuestra mirada educativa y la conjugamos con el verbo viajar, nos compramos un souvenir precioso que ponía “este viaje es el primero de muchos más y haremos mejores maletas”.
Por todo eso y más que iré soltando en mi recién estrenado hogar virtual 3conlasmaletasacuestas es la mejor definición de nuestra expedición en este planeta.
